Columnista Invitado 24 abril, 2023 | Hace 2 años
Los partidos que conforman la llamada partidocracia no han sido capaces en estos años del obradorato de hacer una autocrítica de su actuación en los últimos años en el poder.
Arrollados por López Obrador en 2018 con el mazacote político denominado Morena, los partidos que conforman la llamada partidocracia no han sido capaces en estos años del obradorato de hacer una autocrítica de su actuación en los últimos años en el poder, al haberse comportado como un cártel y haber usurpado recursos públicos por medio de la corrupción, amén de mantener el capitalismo de amigos y actuar con impunidad ante hechos evidentemente violatorios de la Ley, sin lograr contener el aumento de la pobreza y la desigualdad, así como mostrar una incapacidad de reducir la violencia, la inseguridad y la impunidad para otorgar una paz pública.
Los viejos partidos del sistema político del proceso de liberalización política y de la alternancia, a medida que se iba consolidando la democracia ellos tejían sus complicidades para afianzarse en el poder y sobre todo hacer de las cúpulas partidarias el medio para distribuirse las cuotas de poder, alejándose día a día de representar los intereses de la parte de la sociedad que antaño decían representar. Esos partidos fueron dejando de ser intermediarios de los grupos sociales y enterraron ideologías y principios para cartelizarse, es decir, para borrar cualquier forma de distinción entre ellos que no fuera mantener el poder, repartirse los espacios políticos en el Congreso, la Presidencia misma, las entidades federativa, congresos locales y municipios, y medrar con los bienes públicos.
Después de dos alternancias en la Presidencia de la República fue claro que no había distinción en la forma de gestionar el gobierno, ni del comportamiento con actos de corrupción e impunidad, la cartelización había hecho imposible encontrar diferencias entre ellos, y los beneficios prometidos a la sociedad no solo no llegaban, sino que en los hechos una mayor pobreza y desigualdad social era evidente.
Todo ello fueron las causas centrales que la narrativa populista de López Obrador pudo utilizar y ser atractiva para que la mayoría de la sociedad les diera la espalda y al ser el voto emocional y no racional le dieran esperanzados en la labia del populista un voto masivo a López obrador y su movimiento político.
Hoy a más de cuatro años, aún y que las causas estructurales usadas para el triunfo de López hoy no solo son las mismas sino que se han exacerbado en este gobierno ineficiente, corrupto, autocrático, destructor de instituciones, la vieja partidocracia se queda callada seguramente temerosa de que puedan ser objeto de la ira de López y al tener una larga cola de actos de corrupción les puedan aplicar » la justicia a secas”; pero no conformes solo con su silencio mantienen alianzas vergonzosas como la que pretendieron apenas hace unos días de “rasurar” atribuciones del Tribunal Electoral, solo con el único fin de mantener las migajas de esos cascarones vacíos que son ahora esos partidos solo para beneficio de sus cúpulas. Eso es a lo único que ahora aspiran, a que en 2024, gracias a la fuerza y empuje de la sociedad civil para derrotar al obradorato, ellos vuelvan por sus fueros, como si nada hubiera pasado y sin haber dado nunca una disculpa pública y una autocrítica de su paso por el poder.
La lucha por la defensa de la democracia contra las acciones del inquilino de Palacio, que se ha dado y se dan en la calle de parte de la sociedad civil, en los medios de comunicación, en foros sociales y en las redes sociales son una muestra concreta y palpable del vigor de la sociedad no de los viejos partidos. En cambio, con una cara dura, vari@s de esa casta de politi@s se han presentado en un foro de organizaciones de la sociedad civil, léase bien, a querer ser los abanderados a la candidatura a la Presidencia de la República sin hacer referencia a su responsabilidad en lo que llevó al triunfo de López Obrador, pero además, desde ahora, anotándose a la candidatura para, si no cae, esperar como ha sido su costumbre seguir medrando en un espacio en el Congreso. Ya lo veremos.
Así las cosas, menuda opción le queda al ciudadano de a pie, optar por la alternativa populista de la continuación de esta política de destrucción del Estado y de la democracia o regresar, cuales masoquistas, a una partidocracia corrupta. México y su sociedad no merecemos esto.