RAMÓN ZURITA SAHAGÚN 31 agosto, 2022 | Hace 2 años
En los lejanos tiempos del priismo invencible, era común que alguno de los tres sectores del partido se pronunciara en favor de uno de los personajes que eran mencionados con insistencia como prospectos presidenciales.
Así, Augusto Gómez Villanueva, dirigente del sector campesino propuso a Luis Echeverría Álvarez; Fidel Velázquez Sánchez hizo lo propio con José López Portillo y, nuevamente, la CNC expresó su beneplácito por sostener la postulación de Miguel de la Madrid Hurtado.
La nominación de Carlos Salinas de Gortari fue ensuciada por el prematuro destape de Sergio García Ramírez, quien no era el indicado. Fue el dirigente nacional priista, Jorge de la Vega Domínguez, el que hizo la revelación del nombre que se mantenía en secreto (Carlos Salinas) para competir en los comicios de 1988.
Seis años más tarde, la estrategia fue la misma, dejar al presidente nacional del partido tricolor, Fernando Ortiz Arana, deslizar el nombre del agraciado que fue Luis Donaldo Colosio Murrieta, cuya suerte trágica fue sentenciada en Lomas Taurinas de Tijuana.
El nombre del candidato sustituto, Ernesto Zedillo Ponce de León, fue divulgado desde la dirigencia nacional del partido.
Hasta ahí, los candidatos eran designados por el Presidente de la República en turno y avalados por el invencible partido tricolor.
Vientos de cambio se presentaron en la siguiente confrontación electoral, ya que los priistas optaron por una elección abierta a la ciudadanía, para nominar a su candidato, recayendo en Francisco Labastida Ochoa enarbolar la bandera del Revolucionario Institucional, al vencer en el proceso electoral interno a Roberto Madrazo Pintado, Manuel Bartlett Díaz y Humberto Roque Villanueva.
La tónica fue seguida en el siguiente proceso electoral, ya con el PAN en el poder, al decidir ir a una consulta interna, solamente restringida a su militancia y donde Felipe Calderón Hinojosa venció a Santiago Creel Miranda y a Alberto Cárdenas Jiménez.
Nuevamente, los panistas procedieron de la misma forma y Josefina Vázquez Mota derrota en la interna a Ernesto Cordero Arroyo.
Al recuperar el priismo la Presidencia de la República se regresó a la liturgia de que desde la dirigencia nacional del PRI se emitiera el pronunciamiento en favor del candidato, que recayó en José Antonio Meade Kuribreña.
En esta ocasión, aunque no está definido el nombre del candidato o candidata presidencial de Morena, fue el propio jefe del Ejecutivo federal el que puso sobre la mesa el nombre de aquellos que participan en la baraja de la sucesión, reducida a una tercia. Se trata de la primera ocasión en la que el Ejecutivo federal decide entrarle abiertamente al tema, nombrando a sus prospectos como “corcholatas”.
No es la primera ocasión en que el término usado para identificar a los aspirantes sea el de “tapados”, que data de la segunda parte de la década de los 50, aunque ahora se le llame “corcholatas”, ya que fueron destapadas. La etiqueta de “tapados” fue eliminada del léxico del partido en el poder, quedando en el recuerdo aquellos destapes que hicieron Leandro Rovirosa Wade, en 1975, y Jesús Salazar Toledano en 1986.
Ahora el honor le corresponde solamente al Presidente de la República, quien asegura que no intervendrá, ya que la decisión recae en las encuestas que habrán de levantarse para conocer al candidato presidencial de Morena.
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