Roberto Santiago 19 diciembre, 2022 | Hace 3 años
La imagen del changuito muerto dio la vuelta a medio mundo: no todos los días se ve a un mono con chaleco antibalas, sin vida, en el piso, como si acabara de soltar su fusil, caído en combate. Ni siquiera en México. La ironía del chango sicario es que su imagen eclipsaba lo ocurrido, el enésimo enfrentamiento a balazos en la Tierra Caliente del Estado de México, que esa vez dejó 11 muertos, todos civiles, presuntos integrantes del grupo criminal. Se habló de los muertos, sí, pero como se habla en el país desde hace años, con una lógica estadística, dando por hecho que aquello, tal cual están las cosas, era parte del día a día.
Así, las fotos del mono con chaleco distraían de algunos detalles del suceso. Ocurrió el 14 de junio en Texcaltitlán, puerta de Tierra Caliente, región que comparten el Estado de México, Michoacán y Guerrero. La Fiscalía del Estado de México habló de un intercambio de disparos con sicarios, que, según la dependencia, atacaron primero. Mencionó a sus heridos y las armas, vehículos y demás enseres decomisados. Más tarde, las autoridades lanzaron un nombre al aire, La Familia Michoacana. Otra vez La Familia Michoacana.
Opacada por el quehacer criminal y la habilidad mediática del Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y sus grupos satélite, La Familia Michoacana vuelve estos días a las primeras planas por la agresividad que han demostrado en sus ataques recientes. Especialmente activos en el Estado de México y Guerrero, sus integrantes demuestran una osadía sorprendente, la perdurable ley de plomo que somete a la región desde hace más de una década. A las masacres y los ataques hay que sumar su posible expansión. Hace unas semanas, un grupo de hombres armados cantando sus siglas anunciaron su llegada a Milpa Alta, el sur rural de Ciudad de México.
Las autoridades monitorean las actividades del grupo desde hace años. El Gobierno tiene en sus listas de objetivos a sus líderes, los hermanos José Alfredo y Johnny Hurtado Olascoaga, seguimiento que puede verse a detalle en documentos del Ejército, gracias al hackeo masivo que llevo a cabo hace unos meses el grupo Guacamaya. También el Gobierno de Estados Unidos los señala. En noviembre, el Departamento del Tesoro de aquel país los metió en su lista negra. Pese a todo, La Familia prevalece.
El enfrentamiento de Texcaltitlan fue solo el último de una serie de emboscadas y reyertas protagonizadas en el Estado de México por el grupo criminal, uno de los más longevos del país, marca que ha sobrevivido a sus pares de generación, caso por ejemplo de Los Zetas. Cerca de allí, en Coatepec Harinas, sicarios del grupo criminal habían asesinado meses atrás a 13 policías del Estado de México, estatales y ministeriales. También por entonces, otros dos policías ministeriales habían muerto a balazos en la misma Texcaltitlan, en una emboscada que dejó además seis agentes heridos.
La lista de encontronazos es extensa y responde a una guerra que el grupo criminal -o alguna de sus células asociadas, presentes en el sur del Estado de México- declaró a la Fiscalía del Estado a mediados de 2020, al parecer por la captura de uno de sus líderes, guerra anunciada en carteles colgados en municipios de la zona. La batalla parece que acabó el día del chango, al menos en esa zona. En estos últimos meses, el frente de batalla se ha desplazado unos 200 kilómetros al sur, en la misma región de la Tierra Caliente, pero ya en Guerrero.
Con información de El País.