Columnista Invitado 8 abril, 2022 | Hace 3 años
Conforme se acercan los tiempos para alinear fuerzas hacia la sucesión presidencial del 2024 se esclarece el sentido de oportunidad para que los ciudadanos organizados se conviertan en un factor clave para preservar la democracia.
El comportamiento y entendimiento de algunos actores y factores de poder delinea un escenario para el segundo semestre del año en donde prácticamente todos los jugadores habrán tomado ya su posición.
Los dos grandes proyectos que se perfilan, el populista-autoritario de López Obrador y el partido oficial, Morena y el de una alianza pragmática entre partidos y empresarios que buscan refugio en una identidad socialdemócrata e intentan imponer una agenda “progre” como aglutinador.
Pero ninguno de los dos atrae al ciudadano de a pie. Los primeros mantienen su base social con promesa de reivindicación, programas clientelares y usando todos los recursos posibles para imponer su proyecto, mientras que los segundos -al carecer de una identidadsegmentan a sus públicos, pero le apuestan al voto antipopulista como un público cautivo y el cual tendrá que resignarse con el candidato que ellos acuerden.
Una movilización anunciada
López Obrador es predecible, anuncia lo que va a hacer.
No se ha movido un ápice de su proyecto. En términos conceptuales ha trabajado en varias esferas para sentar las bases, como lo dice reiteradamente.
Ha modificado parte de la estructura legal, económica y de seguridad del país. La aprobación de la reforma eléctrica y la electoral para tener bajo control al INE son partes fundamentales en esa parte de su proyecto. Para la primera tuvo plan A en en el Congreso y plan B en la Corte.
Busca mantener activa, movilizada a la estructura de poder.
Lo registrado las últimas semanas bajo el pretexto de la revocación de mandato y la reforma eléctrica en donde sin rubor alguno funcionarios, diputados federales y locales, senadores, gobernadores salen a la calle a defender su proyecto fue anunciado hace siete meses.
En septiembre y noviembre del año pasado, todos ellos fueron convocados a movilizarse, a regresar a las calles para promover la reforma eléctrica y la “ratificación de mandato” de López Obrador. Les pusieron fecha: abril del 2022. Y lo han aplicado, como de manual. Para quien quiera abundar busque los documentos de la dirigencia formal de Morena de esas fechas en donde llama a formar una gran alianza popular.
Cubre varios objetivos: se mantiene activa la estructura de poder; se afina para el 2024; es una maniobra que se pone como una capa por encima de los seis procesos electorales locales, pues aunque López Obrador no aparecerá en las boletas, sí ha estado en el centro del debate durante siete meses. Por eso los espectaculares con su fotografía. La campaña es él, no los candidatos.
Y en el calendario ajustado a sus intereses, ese plazo termina justo cuando se da el inicio legal de las campañas.
Habrá que estar atentos el 12 de abril, fecha sorpresivamente fijada por el Presidente para dar su informe trimestral.
En sus prioridades institucionales están la Ley de la Guardia Nacional y la reforma al INE.
Pero la asistencia a la revocación y los resultados electorales serán un indicativo para ajustar la maquinaria, alinear equipos y esperar que figuras como Ricardo Monreal y Marcelo Ebrard definan si seguirán en la contienda dentro o fuera de Morena.
López Obrador está dedicado a hacer política, a manejar su sucesión. Lo dijo cuando nombró a Adán Agusto al frente de la secretaría de Gobernación.
Y lo reitera cada vez que puede: él está sentando las bases del proyecto. Y en esos términos buscará que se defina quien lo suceda. El trabaja en un cambio de estructuras y en una especie de transición a su modelo autoritario.
López Obrador tiene un proyecto integral, que es populista – autoritario, y con sus planteamientos y el poder logra cohesionar a una sector de la población.
Progres y desconectados
En un amalgama de intereses, sin identidad ni claridad de un plan de futuro, la principal oposición asume un perfil “progresista” y trabaja por encontrar un candidato que cohesione sus intereses.
Hay resultados, hay un gran trabajo mediático, de posicionamiento, de debate… pero no hay trabajo de base, apuestan al voto cautivo antilopezobradorista y los que los partidos logren reunir.
Sí hay una gran inconformidad con los resultados del gobierno en diversas materias, en seguridad, en servicios médicos, en economía… pero la popularidad del Presidente se mantiene y en casi todos los estudios demoscópicos Morena se mantiene arriba en las preferencias electorales.
¿Por qué? Porque no hay una propuesta integral, existen planteamientos pragmáticos, políticamente correctos pero que no responden a una auténtica cultura de los mexicanos. Justo ahí se abre la oportunidad para que la ciudadanía organizada tome en sus manos el futuro democrático del país con propuestas y exigencias puntuales sobre el tipo de país que queremos.
México es un mosaico de culturas y vocaciones enraizadas en localidades y regiones y es momento de dejarlas florecer, expresarse con base en sus orígenes y los rasgos que nos han dado una identidad nacional.
Es el momento de organizarse en torno a una visión de futuro que pueda responder no solo a las cuestiones inmediatas, sino para contribuir a retomar la cultura de unidad, de paz y de apego a la legalidad para ésta y las generaciones venideras.
Se acerca nuevamente el momento en que quienes participan en la política están por entrar a una nueva pugna por el poder y si no lo hacemos como ciudadanos, corremos el riesgo de volver a quedar bajo un régimen que nos enfrente, nos divida o frente a una opción que no nos representa y que pareciera que tendríamos que aceptar por resignación.
Hay que buscar articular esfuerzos con otros, en forma generosa definir un plan de trabajo amplio, incluyente y con visión de bien común.
Es la hora de los ciudadanos organizados, es la hora de influir en la definición del rumbo de México.