RAMÓN ZURITA SAHAGÚN 17 febrero, 2023 | Hace 2 años
Las campañas electorales siempre son salpicadas por la guerra sucia, desatada entre los partidos y sus candidatos.
Algunos las encuentran divertidas, otros las padecen, y la infamia, la denuncia, las mentiras y alguna que otra verdad se difunden a una velocidad vertiginosa.
Los candidatos y sus asesores gastan ríos de dinero para atacar, bajo ese rubro, a sus adversarios y los millones de ciudadanos con derecho a votar son alimentados por este tipo de información, donde cada uno deberá evaluar cómo procesarla.
Regularmente, se contrata a especialistas en la materia, preferentemente, procedentes del extranjero y cuya hoja curricular contenga información sobre la prestación de servicios a famosos candidatos del exterior.
Conforme se van acercando los tiempos de destapes y campañas aparecen leyendas negras, historias de terror, advertencias o se lanzan en contra de quien consideran adversario.
Se recuerda como en el pasado en 1987 apareció un libro cuyo título sentenciaba “Un asesino en la presidencia”, cuya tutela le fue adjudicada al entonces dirigente nacional del sindicato petrolero, el entonces poderoso Joaquín Hernández Galicia “La Quina”.
La circulación del libro fue frenada, aunque la historia corrió por todos lados, lo que no impidió que Carlos Salinas de Gortari fuera el candidato presidencial del PRI y Presidente de la República, derivado de un proceso electoral que algunos consideraron como fraudulento.
En 1994 dos personajes fueron englobados dentro de aquellos que recibieron el oprobio ciudadano, debido al deslizamiento sobre un supuesto beneficio por el asesinato del candidato presidencial priista, Luis Donaldo Colosio. Manuel Camacho Solís y Ernesto Zedillo Ponce de León se vieron inmiscuidos por la maledicencia popular. El primero lo vivió durante muchos años, por su rechazo a la nominación del sonorense y del segundo sus estrategas frenaron la especie sobre que el principal beneficiado por la muerte de Colosio, era él.
Para 2006, la guerra sucia fue enfocada hacia Andrés Manuel López Obrador al que sí le hizo mella la versión de que representaba un peligro para México, lo que pegó en la línea de flotación del candidato de la izquierda.
Como esa, existen una serie de eventos que derivaron en una guerra sucia contra alguno o algunos de los candidatos de todos los niveles, especialmente de la Presidencia de la República.
En la actualidad, algunos de los aspirantes (“corcholatas”) presidenciales ya sienten en carne propia el inicio de la guerra sucia sobre su persona y trayectoria.
Circulan profusamente por las redes sociales historias en la que se asienta que Claudia Sheinbaum es nacida en Bulgaria y que es un par de años mayor a la que especifica su acta de nacimiento. De acuerdo con esta versión, ella no podría ser candidata presidencial.
También se repiten con gran frecuencia sus yerros como gobernante, algunos verificables y otros que no se pueden avalar.
Marcelo Ebrard tiene tres rutas por las que buscan frenar sus ímpetus presidenciales. Su responsabilidad en la L12 del Metro; su pleito con la ex Embajadora en Washington y ahora la supuesta entrega de tres millones de dólares a su entonces subordinado Gabriel Regino.
De Ricardo Monreal surgen todo tipo de rumores que varios se encargan de multiplicar en las redes sociales y en las que se repite un viejo tema, lo suficientemente aclarado, de vincularlo con los grupos delincuenciales que asuelan su estado.
Hasta ahora, el mejor librado de este inicio de guerra sucia es Adán Augusto López, secretario de Gobernación, quien capotea a los zopilotes que tratan de asustarlo, pero que no está exento de que pronto conozcamos algunas de sus historias de su militancia en el PRI y como funcionario de gobiernos estatales de ese partido.