Rubén Aguilar 9 septiembre, 2022 | Hace 2 años
La minería subterránea es un trabajo de alto riesgo en todo el mundo y de manera particular la que se dedica a la extracción del carbón.
El país con más muertes de mineros que trabajan en minas de carbón es China. En 2004, que fue un año récord, perdieron la vida 6,017 mineros en ese país.
A lo largo del siglo XX en Estados Unidos murieron más de 100,000 mineros que trabajaban en minas de carbón. El año récord fue 1907 con 3,200 víctimas.
En el caso de México, de 1883 a 2022 han muerto 3,103 mineros, de acuerdo a la Organización Familia Pasta de Conchos, nacida en 2006 a raíz del accidente en esa mina.
La mayor tragedia en nuestro país ocurrió en 1969 en la mina de Barroterán, municipio de Muzquiz, Coahuila, cuando perdieron la vida 153 mineros.
En México ha quedado grabada en la memoria de la sociedad la explosión del 19 de febrero de 2006 de la mina de Pasta de Conchos, municipio de San Juan Sabinas, Coahuila, en la que por una explosión de gas perdieron la vida 65 mineros.
El pasado tres de agosto se registró el derrumbe e inundación de la mina El Pinabete, en el mismo municipio de Sabinas, en donde murieron 10 mineros, cinco pudieron salir y solo sufrieron lesiones.
Siempre que ocurre un accidente en una mina de carbón surge el cuestionamiento de si había o no las medidas de seguridad que marca la ley.
Todos los que trabajan en esta industria asumen que incluso cumpliendo las más estrictas medidas de seguridad siempre puede ocurrir un accidente.
Toca a las autoridades investigar, para el caso de El Pinabete, si se cumplían o no las medidas que exige la ley. Si no es el caso debe de actuar y llevar a los responsables ante la justicia.
En las minas de carbón que se derrumban por explosión de gas o colapsaron por inundación, el rescate de los mineros muertos resulta muy difícil por las condiciones del terreno.
El rescate supone un riesgo muy alto y las normas de seguridad se impone, para proteger la vida de los rescatistas. Por eso es muy frecuente que la operación no se lleve a cabo. No debe de haber más muertos.
El caso de Pasta de Conchos, que ocurrió en el gobierno de Fox, y El Pinabete, en el gobierno de López Obrador, cada día se parecen más.
Los especialistas nacionales en internacionales en Pasta de Conchos concluyeron que el intento de rescate podría provocar una nueva explosión y morir los rescatistas.
Su recomendación para salvar vidas fue que no se intentara el rescate. Decisión dolorosa, pero no solo explicable sino responsable.
Algo semejante ocurre en el rescate en la mina El Pinabete. Después de algunos intentos infructuosos, los especialistas concluyeron que no había condiciones para el rescate. Intentarlo era poner en riesgo la vida de los rescatistas.
Ahora, el intento se ha trasladado a meses o incluso años. Se habla de una posible excavación, para acceder a la mina, que podría llevar ese tiempo. Y no hay ninguna seguridad de que el rescate se pueda realizar.
Se sabe que el actual gobierno ha retirado los fondos federales destinados a vigilar la actividad de las minas de carbón en Coahuila, como lo han señalado diversas organizaciones y estudiosos del tema.
Y también ha reducido el número de inspectores de la Secretaría del Trabajo en esa misma región, como lo señala la Asociación Familia Pasta de Conchos, organización que vela por la seguridad en las minas de carbón.
Una diferencia notable entre Pasta de Conchos y El Pinacate es la reacción de la oposición y de la sociedad ante el hecho; en la primera, la crítica fue de gran intensidad, pero en la segunda no.
En ese entonces políticos de la oposición y algunos medios acusaron al gobierno y a la empresa, dueña de la mina, de ser los responsables directos de la muerte de los mineros.
Ahora no hay una oposición que critique al gobierno, entre otras cosas, por retirar los fondos de vigilancia de la actividad minera o que incentive la producción de carbón, con alto nivel de riesgo, para abastecer a la CFE.
Para los medios de comunicación, el tema dejó muy pronto de ser relevante y ha quedado en el olvido. Hoy la obsolescencia de las noticias ocurre con enorme rapidez.
@RubenAguilar