Guillermo Valdés Castellanos 6 abril, 2022 | Hace 3 años
¿Votaría usted por un candidato de oposición a la Presidencia que no fuera su preferido pero que pudiera ganarle a Morena en 2024? La respuesta fue: sí, 47%; no, 35%; no sabe,18%. Desde mi punto de vista este dato es el más relevante de la última encuesta GEA-ISA, ya que revela que prácticamente la mitad de los ciudadanos está dispuesto a ejercer el voto útil, es decir, sufragar por el candidato que sea, aunque no sea su preferido, con tal que el sucesor de AMLO no llegue a la Presidencia. Que a 26 meses de la elección de 2024 la mitad de los ciudadanos ya tenga claro que no desean que continúe la llamada 4T expresa con crudeza el diagnóstico de lo que ha sido este gobierno: un desastre y una decepción. Parece haber congruencia entre este 47% y el 51% de desaprobación al que me referí la semana pasada.
Hay dos datos más en la encuesta que apuntan en la misma dirección. Las preferencias electorales por Morena se desplomaron catorce puntos, al pasar de 44 en noviembre pasado a 30% en marzo. El segundo se trata de los resultados de la contienda presidencial si solamente hubiera dos candidatos, el de una coalición opositora y otro de Morena y sus aliados. Ganaría el opositor 38 contra 34%; 17% afirma que no votaría por ninguno (este sería el sector duro de ciudadanos que aborrecen a la totalidad de los partidos) y 11% no lo sabe. Estos tres datos —derrota del partido oficial frente a una coalición, caída de las preferencias electorales de Morena y disposición a recurrir al voto útil— son expresión del mal momento por el que atraviesa el presidente López Obrador al inicio del cuarto año de gobierno.
Hay dos lecciones de estos resultados. La primera es que lo que hace dos años parecía inevitable, la continuidad de la supuesta 4T por un triunfo de Morena en la elección de 2024 debido a la débil, desarticulada y desprestigiada oposición, ahora ya no lo es no porque hayan cambiado para bien los partidos opositores, sino porque una parte suficiente de la sociedad ya tiene claro que AMLO y Morena no han cumplido con las expectativas generadas con su llegada al poder. Los datos apuntan la posibilidad de una derrota, no que necesariamente se vaya a dar. El proyecto de AMLO entró de lleno al terreno de la democracia, es decir al de la incertidumbre frente a las urnas: puede o no ganar, pero ya no es inevitable. Faltan más de dos años, sucederán muchas cosas y seguramente cambiarán las estrategias del gobierno, de sus opositores y los estados de ánimo sociales, pero hoy una parte considerable de la sociedad ha dicho que desea un cambio: no más 4T. Y por eso es muy posible que estemos frente a un punto de inflexión.
La segunda lección es que, si bien la mitad de los ciudadanos desea el cambio, para que se traduzca en un triunfo de la oposición, se requiere que la oposición haga su tarea, cosa que no ha hecho. Las preferencias electorales de PAN, PRI y PRD están estancadas; para aprovechar el descontento político con la 4T requerirán unirse (una coalición de todos) y relegitimarse frente a millones de ciudadanos que los siguen viendo con enorme desconfianza. Tienen la mesa puesta, falta que se puedan sentar; de ellos dependerá que haya voto útil.
La injusta embestida contra el INE —que pese a ello mantiene un respaldo de 60% de la sociedad—, el cinismo e ilegalidad del gobierno para ratificar a AMLO, y la regresiva reforma política que propone son una respuesta al miedo de la derrota. Por eso el odio a la democracia y a la legalidad.
@gvaldescas