RAMÓN ZURITA SAHAGÚN 9 noviembre, 2022 | Hace 2 años
La elección presidencial de 1988 está catalogada en la historia nacional como fraudulenta y como principal participe de ella, el hoy director de la CFE, Manuel Bartlett Díaz, señalado como propulsor de la llamada “caída del sistema”.
Los votos contabilizados y las cifras oficiales no convencieron a nadie, aunque de ese evento resultó el pacto de los tres candidatos presidenciales que daría paso a la creación de un Instituto Federal Electoral que fuese el encargado de organizar los procesos electorales y contar los votos, para evitar cualquiera suspicacia de todo tipo de fraudes.
En su concepción original, el IFE seguía dependiendo de la Secretaría de Gobernación, como antaño lo hacía la Comisión Federal Electoral, aunque al poco tiempo se le marginó de dicha dependencia.
Su primer director fue Emilio Chuayffet Chemor, electo para un periodo de ocho años, aunque pronto se mostró que no había total independencia del instituto, toda vez que Emilio fue habilitado como asesor en Gobernación, para entretenerlo por unas semanas y promoverlo a la candidatura al gobierno del Estado de México, por su partido en el que siempre militó, incluso cuando fue director del IFE.
Su reemplazo fue Arturo Núñez Jiménez, a quien le tocó la organización de la primera elección presidencial con el instituto, la que dejó satisfechos a todos los protagonistas. Arturo en ese entonces militaba en el PRI. Agustín Ricoy fue encargado de despacho por unos meses, mientras se efectuaba la reforma electoral para la ciudadanización del instituto. También era un militante priista.
José Woldenberg asumió ya no la dirección del IFE, sino la presidencia del Consejo del IFE, de acuerdo a la nueva reforma, y fungió en el cargo durante seis años, tocándole la primera alternancia del poder presidencial en el año dos mil. Su desempeño es reconocido hasta la fecha como impecable. Woldenberg fue durante largo tiempo militante de la izquierda.
Luis Carlos Ugalde lo sucedió como presidente y a él le tocó el sabor amargo de unos comicios que hasta la fecha son calificados por el actual Presidente de la República como fraudulentos. En su juventud, Ugalde militó en el PRI. Su ejercicio fue de cuatro años, pues se le impugnó demasiado como responsable del triunfo de Felipe Calderón Hinojosa.
Andrés Albo Márquez ocupó unos meses la presidencia del IFE a la salida de Ugalde y no se le conoce filiación política y tal vez sea el único sin militancia partidista. Dejó el espacio por motivo de otra de las tantas reformas electorales.
Leonardo Valdez Zurita un militante de izquierda fue el encargado de asumir la presidencia del IFE con las modificaciones de nuevas reglas. Cinco años duró en el cargo y antes de asumir ese cargo fue militante de los Partidos Mexicano de los Trabajadores y Socialista Mexicano, a él le tocaron los comicios presidenciales que dieron como triunfador a Enrique Peña Nieto.
Finalmente, Lorenzo Córdova Vianello asumió la presidencia del IFE, transformado en INE al poco tiempo de su periodo, luego de otra reforma electoral. Córdova mantiene abierto enfrentamiento con el gobierno actual y puede ser el último presidente de este organismo que inició como IFE y siguió como INE. Al igual que a Albo, no se le conoce militancia política en algún partido.
Revisando el historial de los dirigentes del IFE o INE, encontramos que la mayoría de las veces fue presidida por militantes del PRI o de la izquierda, salvo un par de ellos que constituyen excepciones. También podemos apreciar que han sido una constante fábrica de gobernantes, diputados federales, senadores y candidatos perdedores a cargos de elección popular.
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Gabriela López Gómez dejó la senaduría que ocupaba como suplente de Marybel Villegas, quien regresó a su escaño maltrecha por el trato de Mara Lezama, que le ofreció la coordinación de los diputados locales y no le cumplió. La que pagó el costo de todo fue López Gómez considerada dueña de una de las fortunas más grandes de la península de Yucatán.